Pontevedra es una de esas pequeñas ciudades de provincia a descubrir, habitualmente fuera de los circuitos turísticos, pero que precisamente por eso aún conserva la autenticidad y la conexión con la tierra que otras, más grandes e impersonales, han ido perdiendo.
En lo particular, a mí me encantan este tipo de lugares «reales», muy diferentes de algunas ciudades que se han convertido en decorados o parques temáticos masificados para turistas y que han perdido su alma. ¿Quieres que descubramos juntos esta pequeña ciudad gallega? ¡Vamos a ello!
¿Dónde está Pontevedra?
Situada en el noroeste de la península ibérica, Pontevedra, una ciudad ubicada en la provincia del mismo nombre, mira al feroz océano Atlántico, y eso es algo que ha impreso el carácter de sus gentes, los últimos habitantes de la tierra conocida, allá donde, en la antigüedad, se creía que acababa el mundo. Al menos, el mundo que conocía Europa.
Atrapados entre un mar duro e inclemente y un territorio montañoso y agreste, lo que en su momento eran dificultades para sostener una economía de subsistencia, de pesca o cultivo, se ha convertido hoy día en un atractivo turístico de primer orden. Y es que Galicia, debido a su dificultad orográfica, a la presencia de los minifundios, y a un mar bravío e implacable, ha conservado cierto aislamiento que ha favorecido que este lugar conserve su idiosincrasia, sus paisajes, su arquitectura tradicional, precisamente las características que los viajeros buscan cada vez más.
A medio camino entre Vigo y A Coruña y a apenas una hora en coche de la frontera portuguesa, Pontevedra se nos revela como una buena posición estratégica si lo que pretendemos es un lugar donde pernoctar por la noche y hacer escapadas diversas por toda Galicia durante el día. Pero además, la propia ciudad tiene una serie de atractivos que no conviene pasar por alto y que vamos a revelar en las siguientes líneas.
El centro histórico de Pontevedra
Sin duda, la joya de esta ciudad es su casco histórico. Declarado en 1951 Conjunto Histórico-Artístico, es uno de los mejor conservados de Galicia y conserva todo el aire medieval y de época que tanto nos gusta a los visitantes. Pasear por sus calles es una delicia, y es por esto que Pontevedra es un buen destino para un turismo familiar, cultural y gastronómico. Si es tu perfil, enhorabuena, estás en el lugar correcto.
Lo ideal para disfrutar de esta parte de la ciudad es trazarse una ruta que pase por las distintas plazas que la jalonan y dejarse enamorar por el encanto de las calles que las unen, formadas por casas muchas de ellas de origen nobiliario, como atestiguan los numerosos escudos que lucen en sus fachadas.
Una buena alternativa puede ser comenzar por la Praza da leña, llamada así porque antaño era el lugar donde se vendía la leña para los hogares. Allí se encuentra el museo provincial, casi con seguridad el más importante de Galicia en lo referente al patrimonio local arquitectónico y artístico.
Éste está formado por tres edificios palaciegos que datan del siglo XVIII y el último de ellos está unido a los otros dos mediante un puente bastante pintoresco. La plaza en sí está presidida por un crucero que da al conjunto el escenario perfecto para sacar todo el potencial de nuestra cámara de fotos.
Muy cerca está la Praza da verdura. Y sí, lo habéis adivinado, se llama así por el mismo motivo que la anterior. Este es un buen lugar para probar uno de los atractivos de Pontevedra: las terrazas, en alguno de los locales típicos que la abarrotan. Eso si no lo hemos hecho ya de primeras en la Praza da leña, ya que ésta cuenta también con muy buenos locales donde degustar la gastronomía local, como el Loaira. No obstante, aquí los soportales que jalonan la plaza le dan un encanto extra en mi opinión. ¿Algunas recomendaciones? Pues las taperías Os Carballos o el siempre fiable y famoso el Pitillo son buenas opciones en este lugar
A estas alturas seguro que nadie necesita que le recomienden qué pedir en Galicia, pero por si queda algún despistado, estar allí y no probar una ración de pulpo a feira es una oportunidad perdida que nunca os perdonaréis.
Y desde aquí y tras la pertinente parada para llenar el estómago, saltamos a la plaza de O Teucro. ¿Y qué hace en Galicia una plaza dedicada a un arquero griego que participó en el asedio de Troya? Pues una improbable leyenda de dudoso rigor histórico atribuye a este personaje la fundación de la ciudad. No obstante, no dejemos que la realidad nos enturbie el romanticismo de que pudiera haber ocurrido. Ya sabéis, ésto es como la lucha libre: si hacemos como que nos lo creemos, es mucho más divertida, a pesar de que todo el mundo sabe que no deja de ser una farsa. El caso es que la leyenda es bonita y este señor tiene su plaza, que también es muy bonita, ya que se trata del lugar donde los grandes señores de la zona, condes y marqueses, levantaron sus palacios. Y ahí están sus fachadas barrocas, perfectamente conservadas a la vista del viajero para nuestro disfrute.
Siguiendo con las plazas, no podemos pasar por alto la de A Ferraria. Y… ejem, sí, aquí también hay multitud de terrazas y en todas ellas merece la pena hacer un alto y probar las tapas locales. Lo sentimos, pero Pontevedra no es lugar para gente que coma poco o esté a régimen.
Este lugar es más grande y abierto que los anteriores, pero lo que la hace diferente, es la presencia de un pequeño jardín con fuente y, sobre todo, que es el lugar donde habitualmente se desarrollan los espectáculos al aire libre de la ciudad, como la feria de los mayos, que acontece el primer domingo de mayo para celebrar la llegada de este mes, el Festival Internacional de Jazz y Blues de Pontevedra en julio, el final de carnaval, la feria del libro y en general, la mayor parte de actuaciones que podemos ver en las calles de la ciudad.
Y ya por terminar con ellas, simplemente mencionar la Praza de as cinco rúas. ¿Que qué podemos encontrar en ella? Pues es la zona «fiestera», por así llamarla. Y, por si alguien se lo pregunta, sí, es un lugar ideal para comer unas tapas en alguna terraza. Me repito, pero qué le vamos a hacer, si la realidad me obliga.
Otros destinos
Monumentos religiosos en Pontevedra
Capilla de La Peregrina
Aparte de callejear por la parte antigua de Pontevedra, hay una serie de edificios eclesiásticos que merece la pena visitar. Uno de ellos, y de los más fotografiados por los turistas, es la capilla de La Peregrina. Se encuentra en la plaza del mismo nombre y está pegada a la de A Ferraria anteriormente mencionada. Está dedicada a la patrona de la provincia de Pontevedra, siendo otra distinta la de la ciudad. Datada en 1778, combina formas barrocas tardías con figuras neoclásicas y su planta tiene forma de concha de vieira, que es el símbolo de los peregrinos.
Este edificio fue declarado monumento histórico-artístico en 1982 y Bien de Interés Cultural en 2011, y supone uno de los monumentos sin duda más visitados de la ciudad.
Iglesia de Santa María
Se trata de una basílica del siglo XVI costeada en su momento por el gremio marineo de Mareantes. Declarada bien de interés cultural, monumento histórico-artístico y Real Santuario, es la iglesia más relevante de la ciudad.
Combina varios estilos, siendo el gótico el predominante, con influencias renacentistas y del manuelino portugués, además de detalles provenientes del estilo plateresco, dando lugar todo ello a una estética que se ha venido a denominar «gótico isabelino de Galicia», del que esta iglesia de Santa María es su representante más destacado.
No es intención de esta breve entrada describir el templo con detalle, tan solo apuntar que es uno de los monumentos que merece la pena visitar y ver de primera mano.
Las ruinas de Santo Domingo
Puede parecer curioso recomendar visitar unas ruinas habiendo tanto edificio aún en pie, pero… en realidad no están tan deterioradas. Hablamos de un edificio enorme, en su momento el mayor convento de Galicia, pero que durante su vida útil también tuvo otras funciones, como asilo, cárcel de mujeres, hospicio, cuartel, teatro, escuela… incluso parte de sus muros fueron derribados para reciclar la piedra en pavimento para diversas calles y plazas de la ciudad. Como se puede ver, un periplo tortuoso que no impide que a día de hoy aún quede una parte en pie, que forma parte del anteriormente mencionado Museo Provincial.
Otros lugares a visitar en Pontevedra
Alameda del Arquitecto Alejandro Sesmero
Si lo que buscamos es verde y tranquilidad, aquí vamos a encontrarlos sin problema. En esta avenida vegetal dedicada a su diseñador y en terrenos hurtados a las ruinas de Santo Domingo, y que conecta con los jardines de Vincenti y los jardines de Colón, hallamos una isla de verdor entre la piedra y el cemento.
Se trata de un largo paseo arbolado con bancos de piedra, un clásico kiosko de música y un monumento dedicado a los que lucharon en la guerra de la independencia contra la invasión napoleónica. El hecho de que se vea envuelto en los otros dos jardines, crean en conjunto una enorme zona verde con una variedad increíble de especies y distintos conjuntos decorativos que merece la pena visitar.
Además, entre tanto verde también se encuentran algunos edificios administrativos construidos en el siglo XIX, como el instituto Valle-Inclán, el Pazo de la Diputación Provincial y la antigua Delegación de Educación.
Qué comer en Pontevedra
Estando en Galicia, esta pregunta es fácil de responder: si nos lo podemos permitir, el marisco debe ser nuestra primera opción.
Cuidado, porque, por mi experiencia, vamos a encontrarnos con dos clases de menús de marisco. Uno está compuesto principalmente por almejas, navajas, chirlas y bivalvos en general. Son relativamente económicos y entran muy bien junto con el inevitable vino blanco gallego, un albariño y que además, estando en Pontevedra, deberíamos pedirlo con denominación de origen Rias Baixas.
No obstante, según he averiguado en mis distintos viajes a Galicia, este tipo de menús, más abundantes en las zonas de mayor afluencia turística, no son productos gallegos, sino a menudo congelados portugueses o franceses, que no están mal, pero desde luego no tienen un origen en las afamadas rías gallegas. Y si estamos en Galicia, lo que queremos es marisco gallego, ¿no es así?
Mi recomendación en este caso es que huyamos de los restaurantes para turistas y vayamos a una marisquería. Si es como debe ser, probablemente ni siquiera tengan una carta con un menú. En las marisquerías de verdad, el dueño va a la mañana a la lonja y compra los ejemplares y las especies más lozanos y frescos de ese día. E intentará que se trate de bueyes de mar, percebes, bovagantes y todo tipo de bichos a cada cual más feo y más sabroso. Nada que ver con unas cuantas almejas, ¿verdad? Pues agarráos, porque el precio tampoco será ni remotamente parecido.
Así que nos encontramos con dos ofertas muy diferentes, una en la que podremos comer por unos veinte euros por comensal, con bivalvos que, no se me entienda mal, no están malos y se disfrutan mucho en compañía de su vino blanco gallego correspondiente, con el que maridan de lujo, pero que no son ni gallegos, ni desde luego tienen nada que ver con el afamado marisco y otra que se nos puede disparar tranquilamente a los 80-100 euros, con un producto de primera en cantidad y calidad.
Las dos opciones son legítimas y personalmente yo he disfrutado de ambas. De la barata más «de diario» y de la segunda mucho más espaciadamente, en días especiales y porque uno no puede permitírselo a menudo. No es barata, pero merece la pena pegarse una mariscada «de las de verdad».
Y siempre, eso sí, acompañado de un buen albariño, eso no puede faltar junto con cualquier marisco o pescado. Estos dos productos de mar y tierra son una combinación ganadora.
En cuanto a comer de tapas, como hemos visto no vamos a tener ningún problema, en casi cualquier plaza del casco antiguo tenemos toda la variedad que necesitamos. Vuelvo a insistir en que el pulpo a feira es una delicia. Un plato a simple vista sencillo (pulpo, aceite, pimentón y sal, además de acompañarlo de una patatas panaderas), pero que tiene su truco para conseguir el punto ideal y que no salga duro. Y en ello son expertas las cocineras de las terrazas en las plazas que hemos mencionado. O Pulpeiro, en la calle San Nicolás, es un buen lugar para ello.
Los furanchos (como las meigas, no existen, pero haberlo, haylos)
¿Que qué son los furanchos? Antiguamente eran tabernas improvisadas en bodegas o incluso pisos, habilitadas para vender el excedente de vino de una añada. La gente acudía a estos lugares con algunas viandas y adquiría este vino sobrante, consumiendo ambas cosas en aquellos furanchos.
A día de hoy ya no hace falta llevarse la comida de casa, también la sirven y es al estilo casera: abundante y de calidad: embutidos, pimientos de padrón, queso… pero hay un problema, encontrar estos lugares. Es lo más auténtico y lo más… étnico, por decirlo de alguna manera, que vamos a poder visitar, pero no están en ninguna guía, ni tienen carteles anunciando que están ahí, ni nada por el estilo. Recordad que son bajos o pisos de apariencia normal. Antaño eran locales clandestinos, pero en la actualidad se encuentran sometidos a una regulación municipal que les habilita a abrir entre el 1 de enero al 30 de junio, aunque como mucho lo pueden hacer durante 3 meses máximo.
Para encontrarlos hay que fijarse bien en muros y verjas, donde los dueños del furancho cuelgan hojas de laurel para anunciar que están abiertos. Dado que son locales que no tienen horarios específicos, ni un calendario de apertura (sólo pueden actuar durante las fechas ya comentadas y mientras tengan excedente de vino de cosecha propia), por eso son difíciles de encontrar. Pero haberlo, haylos. Os lo juro.
Ir a la playa en Pontevedra
Estando en la costa es de esperar que nos apetezca darnos un baño. Pues… no, no lo hagas en la ciudad. No puedo darte otra recomendación. Desgraciadamente la entrada de la ría lleva tomada desde hace mucho tiempo por distintas industrias, entre las que destaca la papelera, lo cual deja un ambiente… poco recomendable en la ría (olores, principalmente). Aparte, no encontraremos playas en la ciudad propiamente dicha.
No obstante, no está todo perdido. Lo bueno de Pontevedra ciudad, ya lo hemos dicho, es que está en el centro de muchas cosas y es fácil alcanzar cualquier otro destino en pocos minutos. Media hora en coche por la autopista AG-41 nos bastará para plantarnos en SanXenxo o Portonovo y disfrutar de la playa. Eso sí, tengamos en cuenta que no estamos en el sur, el buen tiempo no está garantizado ni siquiera en verano y la temperatura del agua será más fría que la de un mar interior, no en vano estaremos expuestos directamente al océano. A cambio, y a pesar de que estas localidades son muy turísticas, no están ni mucho menos tan masificadas como las de la costa mediterránea.
Cómo moverse en Pontevedra
Pontevedra presume de ser una ciudad peatonal. Según datos del ayuntamiento, hasta un 70% de los desplazamientos se realizan a pie o en bicicleta, una cifra realmente alta, que relega al coche a un segundo o incluso tercer plano.
De hecho, el ayuntamiento anima a dejar el coche y desplazarse a pie. Y para ello, todo el centro de la ciudad,así como las calles comerciales adyacentes, es peatonal, con los coches restringidos solo a vecinos y comercios. Además, todo el resto de la ciudad es de velocidad 30, siempre con prioridad para los peatones y las bicicletas y tan solo fuera de la urbe se permite la circulación convencional de vehículos a motor.
Realmente, como todos los puntos de interés de esta ciudad están en un único lugar, como es el casco histórico, yo también os animo a hacer lo mismo, a que dejéis el coche en alguno de los numeros párkings disuasorios de las afueras y os atreváis a hacer vuestra visita a esta ciudad a pie.
En fin, estas han sido unas pinceladas necesariamente breves de lo que podéis encontrar en esta ciudad. Yo os animo a que la descubráis por vuestra cuenta y además aprovechéis su envidiable posición geográfica para expandir vuestro viaje a localidades cercanas como la de Combarro o dar el salto a Santiago, a tan solo media hora de distancia. No os arrepentiréis.