Pamplona/Iruña, la capital del viejo Reyno (sí, con Y griega) de Navarra es mucho más que los sanfermines. ¿Quieres descubrirla? ¿Quieres saber qué ver en Pamplona además de sus afamadas fiestas y por qué es un importante lugar de paso de viajeros de toda Europa? Estás de suerte, porque hoy un aborigen va a hacer de Cicerone y te va a mostrar lo que esta ciudad tiene para ofrecer a sus visitantes al margen de los famosos 9 días de julio. No os preocupéis, porque en una próxima entrada abordaremos todo sobre los sanfermines para que también tengáis una guía en esas fechas. Pero hoy toca descubrir la parte de la ciudad en un día cualquiera.
Antes, un poco de historia de Pamplona (solo un poco, no te asustes)
Al contrario que otras ciudades, cuyo origen se pierde en la nebulosa de los siglos, Pamplona tiene una fecha muy clara para su fundación. Corría el año 74 antes de Cristo y el general Pompeyo, inmerso en una de las múltiples guerras civiles romanas, recorría la península con su ejército. En una de sus campañas recaló en un lugar donde ordenó levantar un campamento militar, al que dio su nombre (Pompaelo), junto a un poblado vascón al que la tradición atribuye el nombre de Iruña. Las tropas romanas acantonadas allí y la población autóctona pronto empezaron un fructífero comercio que, junto a su envidiable situación geográfica, hicieron que allí creciese una ciudad de tal importancia, que en un futuro sería el germen el reino de Pamplona, reino que nació y prosperó durante la reconquista, llegando a abarcar en su época de mayor esplendor todo el tercio norte de la Península Ibérica y parte de Aquitania. En 1194 pasa a denominarse Reyno de Navarra.
Como anécdota y ahora que los vikingos y la serie del Canal historia del mismo nombre están tan de moda, podemos decir que Björn piel de hierro, el hijo de Ragnak Lothbrok en la serie, remontó el río Arga con algunos de sus drakkars durante una de sus correrías por Europa y secuestró al rey de Pamplona, García Íñiguez, por cuyo rescate se sabe que obtuvo una cantidad desorbitada de dinero que los cronistas árabes de la época cifran entre 70.000 y 90.000 dinares.
Durante siglos Pamplona se dividió en tres barrios (o burgos) aún hoy existentes: el de la Navarrería (poblado mayoritariamente por vascones), el de San Cernin (cuyos habitantes en su mayor parte eran de origen franco) y el de San Nicolás, con vecinos en su mayoría francos, pero con fuerte presencia autóctona de vascones. Las relaciones entre los tres burgos fueron siempre muy tensas, hasta tal punto que entre ellos se levantaban muros y fosos que partían la ciudad en tres y donde no era infrecuente que tuvieran lugar auténticas batallas campales entre vecinos, con abundantes víctimas mortales.
Especialmente cruenta fue la llamada Guerra de la Navarrería, donde este burgo fue completamente arrasado a sangre y fuego, todos los hombres que pudieron atrapar pasados a cuchillo o ahorcados y todas las mujeres violadas, saqueándose sus iglesias, la catedral, edificios públicos y casas, y derribándose éstas últimas. Se tardó 50 años en volver a reconstruir y repoblar el lugar. De esa época quedan presentes algunas iglesias-fortaleza del casco viejo, más búnkeres que lugares de culto.
En 1423 el rey de Navarra decreta el llamado Privilegio de la Unión, por el que derriba los muros de los burgos, rellena los fosos y establece los mismos derechos para todos los habitantes de la ciudad. Como símbolo de la unión, en el lugar donde convergen los tres burgos se levanta el actual edificio del ayuntamiento.
No aburriremos al lector con la sucesión de guerras fronterizas, matrimonios reales y las típicas intrigas dinásticas que hicieron que el reino creciese, menguase o fuera pasando de unas manos a otras a lo largo de los siglos. Es la historia universal de Europa. Sólo decir que en 1512 Fernando el Católico al frente de un ejército castellano conquista Navarra y la incorpora a las posesiones de Castilla, aunque conservando su condición de reino independiente hasta 1841.
Estas pinceladas históricas y otras que irán apareciendo a lo largo de nuestro recorrido por Pamplona, han marcado el carácter y la esencia de la ciudad y hasta el día de hoy puede apreciarse cómo el pasado y la actualidad están interconectados.
Cómo moverse por Pamplona
Pamplona es una localidad pequeña y además podemos decir que casi todos sus focos de interés están concentrados en un único barrio, que es el casco antiguo, por lo que la mejor manera de visitarla es andando. Se da la circunstancia además, de que esta parte de la urbe está cerrada al tráfico rodado (con excepciones), y casi todo el resto es zona azul de aparcamiento, es decir, de pago y por tiempo limitado, por lo que un par de buenas piernas serán nuestro mejor aliado a la hora de desplazarnos. Sí que es cierto que existen diversos aparcamientos en la zona antigua, como el de la Plaza del Castillo, el del Rincón de la Aduana o el situado junto a El Corte Inglés, pero advertimos que no son baratos.
Si estamos pernoctando en un alojamiento fuera del barrio o hemos llegado en coche, lo mejor es aparcar en las afueras y utilizar las conocidas como «villavesas«, los autobuses urbanos que tienen una frecuencia bastante intensa y cubren toda la ciudad y las localidades de los alrededores.
Otros destinos
Descubriendo la oferta gastronómica de Pamplona: pinchos y restaurantes. Dónde comer en Pamplona
Uno de los apartados que siempre nos suscita más curiosidad a los viajeros es con qué vamos a encontrarnos a la hora de llenar la barriga. Y en Pamplona no quedaremos decepcionados.
Hay diversas opciones, como las clásicas cadenas de comida rápida, hamburgueserías, woks… pero como eso es algo que se encuentra en todas partes y siempre es igual, veo mucho más interesante acudir a la gastronomía local, que dispone de una oferta enorme. Y dentro de ésta podemos distinguir dos grandes grupos: podemos ir de pintxos o podemos acudir a restaurantes, asadores y sidrerías.
El pincho, pintxo o tapa se puede encontrar prácticamente en cualquier local, bar y taberna de la ciudad. No podemos decir que sea una opción barata, comer o cenar de pintxos viene a salir por un precio similar a un menú normal en un bar, sin embargo más que una forma de comer es todo un rito social . Estos pequeños platos en miniatura tienen su epicentro temporal en la Semana del pintxo que se celebra en marzo y donde un centenar de bares y restaurantes se enzarzan en una incruenta batalla por realizar el mejor pintxo de Navarra y llevarse el prestigioso premio al mejor. Alta cocina en pequeñas dosis
Durante esta semana, cualquiera puede degustar los pintxos a concurso y los hay de todo tipo y sobre todo, con una originalidad que raya el arte. Algunos de los locales que han ganado premios en este concurso son El Gaucho, el Baserri Berri, el Iruñazarra o el bar Otano.
Y si hay una calle emblemática en esto de «ir de pintxos», esa es la calle Estafeta y aledañas. Esta calle es famosa por ser la de más largo recorrido durante los encierros de San Fermín, pero además está repleta de locales de todo tipo: desde recuerdos y souvenirs para turistas, tiendas centenarias de telas, zapaterías o lo que se tercie. Pero sobre todo de bares y sus barras repletas de pintxos.
Destacamos como tradicionales los fritos de huevo del bar Museo, el frito de pimiento del Ezkia y del Otano, el de hongo y trufas del Evaristo o el «escombro» del bodegón Sarriá o el vaso de huevo trufado de El Gaucho.
El mejor día para disfrutar de los pintxos es el jueves, conocido en la ciudad como «juevintxo», ya que los hosteleros bajan un poco los precios este día y las calles literalmente se ven invadidas por gente deseosa de catarlos, generándose un ambiente casi festivo en mitad de semana.
Saliéndonos de la temática de los pintxos, podemos acudir a otro tipo de locales, como son los asadores. Y en este punto resulta fácil decidirse: el asador Olaverri sin duda descolla entre el resto por la gran calidad de sus carnes. Eso sí, hay que preparar la cartera, no es una opción barata. Si nos decidimos por una tradicional sidrería, podemos acudir al Kalean Gora, que al igual que el anterior se encuentra en el barrio de La Milagrosa. Sin duda para vivir una experiencia completa de lo que es una sidrería sería mejor acudir a alguno de los pueblos donde son tradicionales, como las del pueblo de Beruete, pero en ciudad es lo más aproximado que podemos encontrar, con sus típicas kupelas y el grito del «txotx!» cada vez que se abre una nueva. Una manera muy diferente de comer que quien no lo conoce debería probar.
Para quien no lo sepa, en una sidrería hay un menú único consistente en chuletón, tortilla de bacalao, nueces, queso y dulce de membrillo. Las cubas (kupelas) con los distintos tipos de sidra están alineadas en una bodega. Cuando el dueño del local grita ¡TXOTX! quiere decir que va a abrir una de ellas. La sidra cae a chorro y los comensales se agolpan ante él recogiendo con el vaso una pequeña porción y retirándose para dejar lugar al siguiente. Cuando uno lleva ya unas cuantas sidras en el cuerpo, es fácil socializar y entablar conversación con los vecinos de la cola.
Si nuestra elección son los restaurantes, los encontramos de todo tipo. Desde los de lujo con sus respectivas estrellas Michelin, como el Rodero, el Europa o el Alhambra y sus precios de escándalo, hasta la típica tasca de toda la vida con comida casera y precios muy baratos, entre las que podemos destacar La Raspa, en pleno corazón del casco antiguo. La Mandarra de la Ramos, la Cocina Vasca o el Molino de Caparroso son también muy buenas elecciones. Ojo, porque no suele ser fácil encontrar lugares libres, siempre es mejor reservar con antelación para no quedarse sin comer.
Respecto a qué pedir… si realmente queréis probar la gastronomía navarra, no podéis dejar de degustar sus verduras: cardo, borraja o alcachofas de Tudela. Para los más golosos, hay postres contundentes y que satisfarán los paladares más exigentes, como la Goxua, el pastel vasco o la Pantxineta.
Y si lo que buscáis es llevaros un recuerdo a casa, tomad nota que con ésto no falláis: queso del Roncal, txistorra de Arbizu (los podéis encontrar en cualquier carnicería).
No puedo cerrar este apartado sin mencionar dos de las pastelerías más tradicionales de la ciudad: Pastas Layana, situada en la plaza del ayuntamiento, que hacen unas pastas de té muy reconocidas en la ciudad y, sobre todo, pastas Beatriz, en la calle Estafeta. Un establecimiento con casi cien años a las espaldas, diminuto y destartalado, que esconde algunos tesoros increíbles en su interior, como sus famosos garroticos de chocolate. Si caminando por esta calle veis una cola enorme de personas, no hay duda, habéis dado con esta mítica pastelería.
Dónde alojarse en Pamplona
Estamos hablando de una ciudad cara, y eso incluye el alojamiento. Si el dinero no es problema, el hotel Tres Reyes, el Maisonnave o La Perla, el hotel en el que solía alojarse Ernest Hemingway cuando venía a los Sanfermines y elección habitual de famosos y artistas, están magníficamente situados y disponen de todas las comodidades que podamos necesitar.
Si nuestra economía es más modesta, existen multitud de hoteles situados en los pueblos de los alrededores, como Beriain, Zizur u Orkoien, muy bien comunicados gracias a los autobuses urbanos que discurren aproximadamente cada quince minutos apenas tardan otro tanto en llegar al corazón de Pamplona y cuyos precios son significativamente más bajos, costando alrededor de 50-60 euros la noche.
Como buena ciudad universitaria que es, en los alrededores de la Universidad de Navarra se pueden encontrar multitud de pisos y habitaciones en alquiler. Sólo hay que recorrer la calle Acella para encontrar todo tipo de ofertas a distintos precios.
También se está barajando la posibilidad de instalar un hostel en pleno casco antiguo, aunque en el momento de escribir estas líneas hay una fuerte oposición vecinal a este negocio e ignoro si finalmente se llevará a cabo en los próximos años.
Qué ver en Pamplona
Pese a su gran carga histórica, no puede decirse que la vieja Iruña disponga de gran número de monumentos que visitar. Guerras sucesivas destruyeron gran parte del patrimonio, pero eso no quiere decir que no haya lo suficiente como para satisfacer al viajero.
El museo de Navarra
Empezamos por el Museo de Navarra, situado detrás del ayuntamiento, en plena cuesta de Santo Domingo. Antiguo hospital renacentista, conserva su fachada del siglo XVI. En sus casi 8.000 metros cuadrados se da un repaso por la historia de Navarra desde la prehistoria hasta la actualidad, destacando el mosaico romano del Triunfo de Baco, datado en el S.I, los capiteles románicos de la antigua catedral de Pamplona, la arqueta mozárabe de Leyre, o el retrato del Marqués de San Adrián, pintado por Francisco de Goya.
Especial relevancia tienen también la pinacoteca de pintores navarros y la colección numismática de monedas del Reino de Navarra.
El precio de la entrada es de 2 euros y disponen de visitas guiadas, lo que hace sin duda la experiencia más disfrutable.
Catedral de Pamplona
Objeto de multitud de calamidades y reconstrucciones posteriores, la catedral de Santa María la Real no llama la atención en un primer momento, ya que son un batiburrillo de estilos románico y gótico, siendo la fachada de estilo neoclásico, todo ello fruto de de distintas épocas, reformas y obras a lo largo de los siglos, lo que hace su exterior muy poco vistoso y apetecible.
Sin embargo, sí que tiene la peculiaridad de ser el complejo catedralicio más completo que se conserva en España, ya que cuenta con cillería, refectorio, sala capitular y dormitorio, estancias de las que suelen carecer el resto de catedrales.
Y si el exterior es vulgar y ramplón, muy diferente es el interior, de gran interés arquitectónico, ya que podemos encontrar uno de los mejores claustros góticos de toda Europa y la mezcla de estilos arquitectónicos crea un contraste realmente sorprendente y único. Destacan la capilla barbazana, el antiguo refectorio y la sala capitular.
También se puede visitar la torre del campanario, donde, entre otras, se encuentra la campana María, la mayor campana en funcionamiento en toda España. Igualmente se pueden visitar las dependencias del campanero y otras estancias que en su época ocupaban los trabajadores y clérigos de la catedral.
La entrada al templo durante el oficio es obviamente gratuita, sin embargo, fuera de este horario y/o sobre todo para ver la parte que alberga de museo, hay que pagar una entrada de 5 euros los adultos y 3 euros los niños mayores de 7 años.
Al margen de las delicias arquitectónicas, lo que la catedral alberga son tallas policromadas, retablos, pinturas, vidrieras y órganos, delicados trabajos de orfebrería y la tumba de Carlos III el noble, rey de Navarra.
Sin duda, un interior que merece la pena visitar, aunque el exterior no resulte nada atractivo.
La Ciudadela de Pamplona
Construída en el Siglo XVI como baluarte ofensivo, pensado y diseñado más para reprimir a la levantisca población de Pamplona que para protegerla de ataques exteriores, se erige en medio de la ciudad esta impresionante fortaleza con un diseño clásico renacentista italiano.
Concebida en un principio como una estrella de cinco puntas, dos de ellas fueron eliminadas posteriormente durante sucesivas reformas de ampliación de la ciudad. No obstante, el conjunto defensivo continúa siendo una masa inmensa de muros enormes. Afortunadamente su historia bélica fue casi nula, habiendo sido tomada una única vez, por los ejércitos de Napoleón, sin víctimas y por medio de un ardid muy ingenuo que avergonzaría a la guarnición.
En 1964 perdió su carácter militar y la ciudadela pasaría a ser propiedad del ayuntamiento, que la transformaría en un gran jardín amurallado y aprovecharía los distintos edificios como el polvorín o el horno para crear espacios culturales y de exposición de arte. En la actualidad mantiene este carácter y abundan las exposiciones de pintura, escultura, fotografía, conciertos de música, etc.
La entrada a este recinto es libre.
El planetario de Pamplona
Junto al parque de Yamaguchi se levanta el planetario, cita ineludible para los aficionados a la astronomía.
La joya de la corona de este espacio es su sala Tornamira, una cúpula de 20 metros de diámetro, la más grande de España, donde cientos de proyectores reproducen las estrellas y cuerpos celestes o se emiten filmes creados por el personal del propio planetario. Entre su fondo audiovisual, de producción propia, el planetario cuenta con 40 programas de planetario distintos y están considerados como los más avanzados del país.
Por equipamiento y contenido, es puntero en su sector.
Además de proyectar estrellas, es muy conocido por la enorme cantidad de cursos, conferencias, congresos y debates de nivel internacional que programa anualmente, convirtiéndose así en uno de los punteros de Europa. Cómo no, también realiza una labor divulgadora, sobre todo entre los más pequeños, con múltiples actividades de todo tipo relacionadas siempre con la ciencia y el espacio.
La zona gótica
Llamarlo barrio sería exagerado de todo punto, ya que estamos hablando de apenas media docena de edificios apiñados en un muy pequeño espacio, pero sí que merece la pena por su singularidad mencionar la zona conocida como El caballo blanco, rincón con mucho encanto justo detrás de la catedral, donde terminan los muros de la ciudad vieja y hay unas vistas magníficas sobre los barrios nuevos. En él se ubica además el mesón del mismo nombre, donde además desde mediados de junio a mediados de septiembre, hay conciertos gratuitos al aire libre todos los jueves.
Este lugar entronca además con todo el recorrido que podemos hacer a lo largo de las murallas medievales que aún se conservan en esta parte de la urbe.
El recorrido del encierro
Si algo marca a Pamplona durante todo el año, son esos nueve días de julio donde celebra sus fiestas grandes, conocidas a nivel internacional. Aunque duran únicamente algo más de una semana, empapan la ciudad los 365 días del año, y eso se refleja en la afluencia de turistas que desean ver el recorrido del encierro.
Desde los corralillos de la cuesta de Santo Domingo, de donde parten los toros, hasta la hornacina donde se sitúa el santo al que cantan los corredores (santo ausente todo el año excepto durante las carreras. Habitualmente lo que podemos encontrar ahí es una reproducción), pasando por la plaza del ayuntamiento desde el que se lanza el txupinazo todos los seis de julio -¡jamás hubiera pensado que fuera tan pequeña, en la tele parece mucho más grande!¡No sé cómo puede caber tantísima gente aquí!- es la frase más repetida.
Luego entramos en la famosa calle Estafeta, que como hemos indicado, es el lugar ideal para comernos algunos pintxos y terminando en la plaza de toros.
Cerca de la plaza de toros está el mítico frontón Labrit, sede de múltiples torneos de pelota vasca, aunque en la actualidad la mayor parte de las grandes finales se disputan en el gigantes y ultramoderno Navarra Arena, situado junto al estadio de fútbol de El Sadar, el campo del equipo local, Osasuna.
Pamplona, punto clave de la ruta Jacobea o camino de Santiago
Y es que la capital navarra se encuentra en plena ruta del denominado «camino francés», el camino más importante y frecuentado por aquellos peregrinos que pretenden llegar a Santiago de Compostela. Con la ruta bien señalizada por las famosas conchas de vieira, podemos encontrar diversos albergues para peregrinos, como el de Jesús y María, situado junto a la catedral y digamos que el oficial de la ruta por 8 euros la noche. Pero hay más, todos situados en pocos metros, como el Albergue de Pamplona, el hostel Casa Ibarrola o el albergue Plaza Catedral
Todos ellos son lo que son: refugios baratos, diseñados para albergar grandes grupos e instalaciones limpias y pensadas para hacer una parada, descansar y proseguir al día siguiente.
Las zonas verdes y parques de Pamplona
Pamplona es una de las ciudades más verdes de Europa. Y es que, si la media de masa verde en las ciudades españolas es de tan solo un 3,4% del espacio total, en la vieja Iruñea nos encontramos con que hasta un 15% de su superficie, hasta 3 millones de metros cuadrados, está ocupada por jardines.
Es una delicia pasear por alguno de ellos. Destacamos por su singularidad el parque de Yamaguchi, llamado así por la ciudad japonesa de este nombre, hermanada con Pamplona. Y es que los nipones enviaron a varios jardineros experimentados para recrear un auténtico jardín japonés en plena ciudad. Se supone que todo está calculado milimétricamente y cada elemento y cada disposición de cada piedra, estanque o árbol tiene algún tipo de significado cultural. Algo que seguramente los nativos no sabemos apreciar, aunque ello no quita para disfrutemos de su belleza.
Pero si hay algún parque emblemático, ese es sin duda el parque de la Taconera. Situado a las puertas del casco antiguo de la ciudad, alberga un minizoo con diversas especies de animales principalmente domésticos: patos, ocas, cabras, gallos, pero también pavos reales y ciervos.
También es de destacar el parque de la Media luna, que cuenta con una superficie entre la que podemos encontrar estanques, muy diversas especies de árboles, como una secuoya gigante y setos, pérgolas y fuentes.
Festivales en Pamplona
Iruña rock
Aún con pocas ediciones a sus espaldas, pero ya asentado anualmente con una oferta de la música que más suele gustar por aquí: rock duro y sonidos contundentes. Grupos como Soziedad Alkoholika, Zea Mays, Turbonegro, Narco, Gatillazo, Riot Propaganda o Hamlet han copado los carteles de este festi. Suele tener lugar en mayo en el Navarra Reyno Arena.
Flamenco on Fire
¿Quién podría imaginar que una ciudad norteña como Pamplona pudiera albergar uno de los festivales de flamenco más importantes de la Península? Fue una apuesta arriesgada en su momento de un grupo de empresarios que decidieron llevar anualmente a las primeras figuras de este arte hasta un lugar a priori poco o nada aficionado a él. Pero la apuesta triunfó, cuajó, y son ya muchas las ediciones que lleva a sus espaldas con gran éxito de crítica y público, alcanzando renombre internacional.
Estrellas como Sara Baras, Ketama, José Mercé o Tomatito son algunos de los artistas que han pisado el escenario de este festival, que suele tener lugar en el auditorio del Baluarte durante el mes de agosto.
Hatortxu rock
El festival más veterano y multitudinario de Navarra, ininterrumpidamente durante 21 años ha estado presente en la escena, lo que da una idea de su solidez. Nuevamente, sonidos duros y contundentes con mayoritaria presencias de bandas de rock duro, punk y metal. Suele cambiar a menudo de ubicación, aunque casi siempre tiene lugar en alguno de los pueblos que rodean Pamplona.
Sería imposible hacer una lista de los cientos de grupos que han pasado por él (solo en el de 2017, fecha de su vigésimo aniversario, actuaron 82 bandas), sería más fácil hacer una lista de los que no han estado nunca en este festival. Cita ineludible para los aficionados a este tipo de música. Se celebra a mediados de diciembre.
Otras fiestas en Pamplona (que no son Sanfermines… o sí)
Y es que Sanfermines hay más de uno, al menos en esta ciudad. Si en julio y durante 9 días se celebran las fiestas grandes, a finales de septiembre llega San Fermín Txikito ó San Fermín de Aldapa. Y si las anteriores son fiestas internacionales, con cientos de miles de visitantes foráneos, San Fermín Txikito es un formato mucho más reducido en todos los aspectos.
Es una fiesta «para los de casa», lo cual quiere decir varias cosas. Para empezar, que no las organiza el ayuntamiento, sino los vecinos. Para seguir, que la masificación es menor (aunque tampoco mucho menor). Y que los actos que tienen lugar son más tradicionales. Charangas, zanpantzar, gigante y cabezudos, comidas populares en la calle y hasta un total de 150 actos que, por supuesto, incluyen conciertos durante todo el día y la noche.
Otra fecha a destacar son los carnavales. Se celebran a finales de febrero o principios de marzo, como en el resto del mundo, pero tienen un caráctel rural y tradicional, lo que les otorgan un punto de distinción respecto a los de otros lugares. Cada barrio celebra el suyo y los principales son los del barrio del Casco Viejo, los del barrio de San Juan y los del barrio de la Txantrea.